Códigos QR

 

The Internet Of Things(El Internet de las Cosas) es una idea irresistible, con su promesa de un enlace perfecto entre los objetos del mundo físico y medios asociados en el mundo online. Las implicaciones podrían ser profundas: un objeto dejará de ser una entidad aislada y se convertirá en el punto focal de una web de información conectada. Toma por ejemplo tu mesa de comer. Si esta mesa llevase una pequeña etiqueta identificativa que estuviese enlazada con una base de datos central online “de cosas”, leer la etiqueta descubriría los contenidos de esta base de datos revelando, quizás, la historia de la mesa; las especificaciones del fabricante y los materiales utilizados para fabricarla; sus anteriores propietarios; el vídeo del gato doméstico robando comida de un plato dejado en la mesa; la memoria escrita de alguien que de niño se cayó contra una equina y se rompió un diente – y así muchos más datos.

Todo lo que se necesita para enlazar estos medios digitales – fotos, texto, vídeos o sonidos – con un objeto real es un identificador que pueda ser leído por un dispositivo conectado a internet. Un sistema así, desarrollado en Japón en el año 1994, es el código QR. Las siglas QR significan Quick Response (Respuesta Rápida) y en código en sí mismo es una matriz cuadrada de bloques blancos y negros, con cierto parecido a los códigos de barras tradicionales que tienen los paquetes de los productos. Pero a diferencia del código de barras tradicional, que enlaza a un producto con la base de datos del inventario de un vendedor, un código QR enlaza con una página web u otro contenido online. Estos códigos son leídos por el software de cámara y lector de QR en un teléfono móvil o dispositivo con conexión a internet similar, permitiendo al dispositivo abrir el enlace.

La atracción que sienten los museos por los códigos QR – y un “internet de cosas” – es inmediatamente obvio: los medios digitales pueden “adjuntarse” a objetos físicos por medio de la pequeña impresión de un código cuadrado. Aunque los códigos QR son esencialmente en sí mismo sólo enlaces de dirección web, cuando se conectan a una base de datos online de objetos, sus posibilidades se tornan muy poderosas. Un objeto del mundo real – una muestra de museo – puede estar permanentemente enlazado con un depósito de material online creciente y editable, accesible a los visitantes mediante sus Smartphones o dispositivos similares.

Una primera versión Beta de tal sistema ha sido desarrollada por el consorcio de investigación TOTem formado por la Brunel University, University College London, University of Dundee, University of Edinburgh y la University of Salford. Tales of Things (Las Historias de las Cosas) es un sistema gratuito basado en el código QR que enlaza a un objeto con sus historias – medios dejados por los usuarios que tienen algo que decir sobre el objeto en cuestión. Tales of Things está siendo usado en objetos en la galería Tales of a Changing Nation (Historias de una Nación En Cambio) en el Museo Nacional de Escocia, así como también en el proyecto cooperativo Qrator en el Grant Museum of Zoology de UCL y el Petrie Museum of Egiptology.

“Mientras que hay un montón de lectores de código QR por ahí y webs donde puedes generar los códigos para enlazarlos con otros sitios, con la aplicación Tales Of Things el elemento clave es la capacidad de añadir tu propia historia al código QR, de modo que no sólo estás leyendo información sino también contestando por escrito”, dice Jane MacDonald, administradora de TOTem.

En una época en que la creación conjunta y compartir – dos principios de cualquier museo con vistas de futuro – están de moda, este tipo de sistema debería ser un éxito seguro. Permite a la gente guardar sus reflexiones personales en los objetos del museo y “adjunta” estas reflexiones a los objetos para que otros las vean y respondan a su vez. Ciertamente, Alison Taubman, conservadora jefe de comunicaciones de los Museos Nacionales de Escocia, ve potencial en los códigos QR para dar paso a un nuevo tipo de diálogo con los visitantes de los museos, rompiendo con la “tradicional información unidireccional”. Pero ella también sabe que tal diálogo bidireccional ha sido hasta ahora escaso en el proyecto Tales of a Changing Nation.

Parece que a pesar del atractivo, los museos se están dando cuenta de que el despegue final de los códigos QR se ve impedido por unas cuantas restricciones tecnológicas en su implementación y, quizás algo más significativo, por una general falta de conciencia sobre ellos. “No estoy segura si hay gente suficiente que sepa lo que es un código QR o tenga su propio dispositivo (para leer uno) de modo que ofrezca un atractivo general para el público”, dice MacDonald. “Estamos esperando que esto tenga lugar, mientras estos códigos se hacen más habituales. Cuantas más atracciones de visitas y museos usen los códigos QR, más gente interactuará con ellos. Realmente los veo como una forma brillante para que los museos puedan crear una experiencia verdaderamente democrática e interactiva para las visitas”.

Kathleen Tinworth, directora de investigación de visitas y evaluación del programa en el Denver Museum of Nature & Science, presentó a un pequeño grupo de visitantes un código QR para averiguar cuanta gente podría identificarlo o explicar qué era. Apenas un tercio pudo hacerlo y ninguno de ellos había usado uno jamás.

“Entre aquellos que no reconocieron el código QR, obtuvimos respuestas que iban desde “diseño nativo americano” a “puzle”, dice Tinworth. “Entonces, ¿qué significa usar el QR u otro software de identificación en museos y centros de cultura? ¿Es algo vano? ¿Inútil? No. En modo alguno. Quizás necesitemos realizar cierto trabajo de campo con las visitas, pero el beneficio sería enorme. Con el tiempo, quizás, no sea necesario descargar una aplicación o usar cierto tipo de móvil, pero por ahora la curva de aprendizaje puede requerir centrarse en el diseño.”

El Powerhouse Museum de Sydney (Australia) ha experimentado también con códigos QR. Después de averiguar que muy poca gente tiene un lector instalado en sus móviles, el museo decidió crear un lector dentro de una aplicación móvil a medida que serviría como base de datos del objeto y lector de código QR en uno. Esta aplicación ahora sostiene la exposición Love Lace del museo permitiendo a las visitas acceder a la entrada del catálogo del objeto directamente escaneando el código QR en un visor físico.

Pero incluso este simple sistema oculta fallos tecnológicos. Si los cuadrados del código se imprimen muy pequeños, las cámaras de teléfono y el software lector tienen problemas al interpretarlos. Si hay sombras, reflejos o una iluminación pobre sobre los códigos, el problema se agrava, tal como descubrió el museo Powerhouse en experimentos con el QR anteriores. La provisión de Wifi gratis al público en el espacio del museo es otra dificultad potencial.

Por otro lado, a pesar de estos relativamente pequeños problemas técnicos, los códigos QR son sencillos de producir e igualmente fáciles de acceder suponiendo que el visitante tenga un lector de móvil instalado y exista una buena (mejor gratis) conexión de internet disponible en el espacio de la exposición.

Pero con la introducción de cualquier tecnología en un museo o galería, hay que tener claros beneficios en usar códigos QR tanto para los visitantes como para los departamentos del museo. Mientras que el acto de usar un teléfono móvil para leer “mágicamente” un código puede resultar muy atractivo para unos (sobre todo para los visitantes más jóvenes de la exposición Tales of a Changing Nation, según Taubman), es lo que el código está enlazando la cuestión real. Incluso sin referir a una base de datos de “cosas” de creación conjunta, todavía existe gran variedad de usos atractivos de los códigos QR para los museos. Pueden proporcionar enlaces rápidos e inmediatos al material que ayuda a la interpretación, educación o campaña de marketing, por ejemplo.

Pero como anota Tinworth, conseguir el contenido correcto de estos enlaces es vital, ya sea de sitios de terceros o de material generado por el propio museo. “El código QR es sólo un vehículo”, dice ella. “Creo que para que las tecnologías QR o similares tengan éxito en los museos, tenemos que asegurarnos de que proporcionen algo de valor y no sean sólo una mera atracción. Ya sea la historia que hay detrás de un objeto o un vídeo de un artista instalando una escultura, no importa; se trata del valor añadido a través del contenido. Los códigos QR son fáciles de hacer y baratos, lo que ofrece un gran atractivo para el sector de la cultura, ¿pero estamos mejorando la experiencia de las visitas del modo que espera

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